“La belleza está en los ojos del que mira” es un dicho popular muy conocido y que, desde mi prisma, realmente va más allá de la belleza estética.
Para mí, se refiere a la realidad que nos rodea. ¿Porqué hay personas a las que les persigue la desgracia? ¿Porqué hay personas “suertudas”?
La realidad no es genérica, sino específica de cada persona. Nuestra actitud es la clave para ver la vida como un reto, una oportunidad o un castigo continuo. Lo bonito, lo feo, lo adecuado o lo inapropiado.
En este punto me surge una reflexión común a muchos otros profesionales orientados al estudio y trabajo del comportamiento humano: ¿mis pensamientos generan una actitud y una acción concreta o es la forma de expresarme la que genera acción y una estructura mental?
Lenguaje y acción
Mi conclusión es poco esclarecedora para mucha gente: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? Cómo muchos otros profesionales, considero que es la pescadilla que se muerde la cola, si bien en mi trabajo con las personas me oriento a hacer conscientes a otros del lenguaje que utilizan y el tipo de comportamiento que están generando.
En muchas de mis formaciones y talleres escucho “es lo que hay”, “yo no puedo hacer nada”, “no depende de mí”… Y estas son las expresiones menos tóxicas que puedo llegar a escuchar. Mi respuesta es: “¿qué sí depende de ti?” Pero para llegar a ese planteamiento es necesario tener presente que tenemos posibilidades, que siempre hay algo sobre lo que tengo poder de decisión, y esto es como la fe, o creo o no creo. Si yo no creo tener posibilidades, no las voy a ver. Como dijo Henry Ford, “tanto si crees que puedes, como si crees que no, estás en lo cierto”.
¿Tenemos realmente capacidad de decisión?¿siempre?
Imagina que estás saliendo de tu coche y alguien, de repente, te apunta a la cabeza con una pistola y te dice “dame tu coche o te disparo”… ¿tienes elección?
Tómate tu tiempo para pensar…
Lo cierto es que sí, tenemos elección, pero ninguna de las dos opciones más obvias son agradables. Si le doy el coche, me quedo sin él y me tengo que comprar otro. Sino, pierdo la vida. La decisión es clara.
También puedo intentar enfrentarme a esta persona, pero quizá no es la opción más ecológica (eso depende de la seguridad que tenga cada uno en cuanto a defensa personal).
La cuestión es que SÍ hemos decidido. Pero dependerá de cómo lo hayamos vivido, interpretaré que no me quedaban más opciones, “me obligó a darle el coche”. Y esta creencia es la que nos hace esclavos de la realidad que nos rodea.
¿Se puede cambiar la forma en que vemos el mundo?
Por supuesto. Pero es un entrenamiento que debemos estar dispuestos a hacer. Esto es como ir al gimnasio: nos lo tenemos que proponer como una rutina de salud, en este caso mental y emocional.
Ante la realidad que nos rodea siempre hay algo que podemos elegir: nuestra actitud. Esto nos lo demuestra Viktor Frankl en su libro “El hombre en buscar de sentido”. Y es nuestra actitud la que nos hará sentirnos fuertes y capaces a la hora de desenvolvernos en nuestra vida.
Es por eso que encontramos personas resolutivas, con múltiples respuestas ante situaciones adversas, y personas que se paralizan y se frustran ante situaciones que consideran problemáticas.
La suerte no es real, el trabajo, el esfuerzo, la capacidad de ver oportunidades y la motivación que nos invita a aprovecharlas es lo que genera éxito. Hace tiempo, cuando me formé como Coach, comentamos en la clase con nuestros facilitadores que deseando suerte no ofrecemos una creencia sólida en las capacidades de la persona a la que se lo deseamos, sin embargo, deseando “éxito” estamos ofreciendo la posibilidad de que sea cada uno el protagonista de sus propios logros.