En este sentido, la respuesta puede tomar dos caminos:

  • El primero de ellos está dirigido a la parte racional que todos tenemos, a ese espacio que nos dice lo que es bueno o malo, la rentabilidad del dinero invertido y los resultados cuantitativos. Esta respuesta es algo como “es un proceso a través del cual puedes descubrir tu potencial y utilizarlo para conseguir tus objetivos de una forma más eficiente”. En ese momento la persona puede quedar satisfecha y tomar una decisión: “me interesa” o “no me interesa”.
  • La segunda alternativa es el camino hacia nuestra emocionalidad, y tiene que ver con cómo nos hace sentir el coaching. Mi respuesta en este caso es: “Es un proceso a través del cual te conoces, te “experimentas” a ti mismo, vives y sientes una serie de cambios a nivel racional y espiritual gracias a los cuales tu perspectiva se modifica, obteniendo con ello un resultado probablemente diferente al que esperabas”. En este caso la respuesta no es tan sencilla.

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Pero las emociones, ¿son buenas o malas?

 

Las emociones son parte esencial de nuestra existencia, gracias a ellas hemos sido capaces, como especie, de sobrevivir en un mundo en el que no teníamos demasiadas probabilidades (no nos engañemos, hemos adaptado el entorno a nosotros, no hemos sido nosotros los que nos hemos adaptado). Pero la utilidad de las emociones hoy en día se llega a cuestionar, ya que no podemos tener miedo, porque es de cobardes; no podemos alegrarnos en excesos de nuestros logros, porque seriamos demasiado soberbios; no podemos enfadarnos, porque debemos ser amables y agradables con los demás; y por supuesto no podemos sentir la tristeza, porque entonces necesitamos una medicación debido a un trastorno.

Gracias al coaching se puede dar valor a las emociones y se puede aprender a vivirlas y a sentirlas de la forma adecuada. Sólo necesitamos que alguien nos acompañe en un proceso de re-significación emocional.

 

Y esto de la re-significación emocional, ¿qué es?

La re-significación emocional significa que vamos a darle un nuevo significado y un nuevo sentido a nuestras emociones a través del coaching. Puedo aprender a vivirlas sin juzgarme, a comprender y acompañar a los demás en sus emociones dejando espacio para su expresión. Gracias a esta práctica podemos gestionarnos mejor a nivel espiritual y entender el mundo desde otra perspectiva.

 

¿Cuál es mi freno y cómo me ayuda el coaching?

Mi freno es que me han educado en la creencia de que debo ser valiente, por lo que ¿cómo me voy a enfrentar a algo que me da miedo?

Vamos a empezar, precisamente, por esta emoción: el miedo. El miedo es una emoción muy interesante, ya que puede paralizarnos, puede empujarnos o puede, simplemente, ser una guía o un compañero de viaje.

El miedo me paraliza cuando lo que veo (real o imaginario, porque nuestro cerebro no sabe diferenciar entre estas dos variables), es algo tan inabarcable, tan lejano a mi capacidad de acción, que automáticamente mi instinto genera una respuesta de supervivencia: si no me muevo, no me ves, y si no me ves no me puedes hacer daño… Un tanto irreal, ¿no te parece?

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Por otro lado, el miedo puede ser generador de conductas impulsivas y/o compulsivas. Puede empujarnos de tal manera que no seamos conscientes de que lo que estamos haciendo puede resultar muy peligroso para nuestra integridad. Además, en ese impulso estoy generando adrenalina, que es tremendamente adictiva y las sensaciones pueden ser hasta placenteras. Por ejemplo, los deportes de alto riesgo. Pero en este caso están controlados (o en su gran mayoría), pero hay veces que el comportamiento genera un peligro real que, de alguna manera, estoy menospreciando.

Y, por último, tenemos ese miedo amigo, ese compañero de viaje que nos alerta de que hay algo que cede salir mal, que puede no ser tan bueno para mí como debería. Le escucho, evalúo mis opciones, y después me lanzo a la piscina con todos los recursos de los que dispongo para afrontar lo que tenga frente a mí.

Si quieres saber algo más sobre el miedo, te recomiendo el libro de Pilar Jericó No miedo. Te dejo aquí el enlace al resumen.

¿Cómo podemos re-significar un miedo que me frena en un “miedo amigo”?

En primer lugar, aceptando el miedo. Está ahí, no lo puedo negar. Cuando lo niego lo que estoy haciendo es encubrirlo, y no podemos cambiar algo que no queremos ver.

Una vez que lo aceptamos, buscamos una explicación “objetiva” de lo que está pasando. Describimos la situación. Por ejemplo: “hoy me enfrento a un examen muy importante. Es duro y largo, por lo que será difícil”.

Después, pensamos en cuál es la emoción que nos despierta: “Este examen me da miedo y me genera cierta inseguridad, ¿habré estudiado lo suficiente?¿estaré bien preparado para estar a la altura?”

Un ejercicio muy interesante en este punto y que no se suele hacer es identificar mis recursos y lo que he hecho para afrontar mi reto: “He estudiado todos los temas, he profundizado e, incluso, añadido información. Además, tengo las ideas de los temas muy claras y soy capaz de redactar las respuestas con facilidad. He hecho todo lo que estaba en mi mano para resolver el examen de forma adecuada”.

Y, por último, bebe un poco de agua y respira profundamente. Ante el miedo, nuestro sistema de alerta se activa y, no nos engañemos, si estás frente a una amenaza real, no te da por beber agua y respirar hondo. Con este sencillo gesto le estamos dando un mensaje inconsciente al cerebro de que no pasa nada, bebemos agua porque nuestra supervivencia no está amenazada.

El coaching te va a ayudar a identificar tu emoción, a aceptarla, re-significarla y convertirla en una aliada. Durante una conversación puedes pasar del bloqueo a la acción. Pero esa acción depende de lo que tú quieras hacer, de si aquello que quieras conseguir merece lo suficientemente la alegría de gestionar tus emociones.

¿Te atreves a dar el salto?

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