En el siglo XXI aún estamos lejos de la igualdad, pero estoy cada vez más segura de que caminamos hacia un cambio de paradigma… O eso espero.
¿Qué me ha hecho llegar a esta afirmación?
Y ahí está, el tema Globos de Oro, cosificación de la mujer, vestidos negros y el discurso de mi admirada Oprah Winfrey… Y una vez más me quedo admirada de lo que es capaz de lograr una mujer como esta.
Todavía nos queda mucho por conseguir (por triste que parezca decir “conseguir” en una sociedad moderna, donde la igualdad debería ser un hecho, no una excepción), y mujeres como Oprah son un ejemplo de que se puede lograr lo que uno se proponga.
Solo a modo de resumen (quien quiera saber algo más, puede explorar por internet y conocer más en profundidad su historia), Oprah viene de una familia más que humilde, ha sufrido abusos, es negra… Y es la mujer más influyente hoy en día me atrevo a decir que casi a nivel mundial.
Hace poco vi la película “Figuras ocultas”, impresionante, no dejéis de verla. En ella tres mujeres negras, orgullosas de serlo, inteligentes y valientes, rompieron muchos tabúes en una sociedad americana en la que aún había una discriminación, rayando en la humillación, entre blancos y negros.
PERO ES QUE ADEMÁS ERAN MUJERES.
Hoy hemos evolucionado mucho (aunque nos queda recorrido, no cantemos victoria), en cuanto a la aceptación de las diferentes razas, procedencias, culturas, etc. Pero en mi propio país, en mi propia cultura, aún tengo que demostrar en ocasiones que ser mujer es motivo de orgullo, no de vergüenza.
Anécdota
Aún recuerdo esa entrevista de trabajo, hace más de diez años (y más de quince…), en la que el entrevistador hombre y de mediana edad me dijo:
- Me encanta tu perfil, es justo lo que buscamos. Dinámica, con capacidad de aprendizaje, ambiciosa… Pero tienes dos hándicaps: uno es que eres muy joven, el otro es que eres mujer.
En ese momento no fui capaz de procesar lo que acababa de oír… Por que lo de joven se pasa con los años, pero lo de ser mujer…
Creo que se dio cuenta de lo que acababa de soltar y rápido se excusó diciendo que sus clientes eran mayoritariamente del sector financiero y que era un sector muy machista y clasista. Olé tu, echándole la culpa a otro sin darte cuenta (o eso quiero creer), de que estás alimentando al monstruo.
Doy gracias a que mi grado de autoconfianza en mi capacidad profesional en ese momento no me permitió creerme que mi género condicionaba mis ambiciones profesionales.
Bueno, quien dice “autoconfianza” dice la insensatez propia de la juventud.
Hoy soy consultora y coach (el puesto al que optaba era al de consultora), llevo más de diez años ejerciendo (y más de quince…, que cada vez que lo pienso me sale un puñado de canas) porque yo misma me di la oportunidad de hacerlo.
Trabajo con entidades financieras y soy coach de muchos directivos de entidades bancarias que nunca me han hecho sentirme inferior por ser mujer.
Por favor, rompamos con los mitos.
Somos personas, da igual todo lo demás.
Quiero que se me valore por mi experiencia, por mi capacidad y calidad de trabajo, por lo que soy capaz de aportar, no porque lleve tacones y me maquille (o no).
Y quiero agradecer a todas las mujeres que decidieron no creerse que tenían límites (como Amelia Earhart, Margaret Thatcher o Marie Curie, por poner algunos ejemplos), porque gracias a ellas las próximas generaciones no necesitarán cambiar el lenguaje para sentir que somos IGUALES.